José Luis Redondo

Corazón partido. Las redes de enseñanza pública y concertada.

Me he educado en la enseñanza pública. Mi mujer trabaja en la red pública. En mi familia predominan los docentes de la red pública.  Trabajo en la concertada. Mi hija estudia en mi centro. En mi centro, concertado y religioso, no se me insinúa nada por no estar casado, ni por el hecho de que mi hija no está bautizada. En mi centro no existe la discriminación, ni selección del alumnado, ni se cobran cuotas. En mi centro existe una residencia escolar con alumnado y condiciones muy complicadas, y en ningún momento se les exige nada.

Creo en la Educación por encima de todas las cosas. Conozco centros públicos dignos de elogio: San Walabonso, Quatre Cantons, Les Vinyes, La Paz de Albacete…  y como Fernando Trujillo, estoy de acuerdo que existen centros Finlandia en España. Conozco centros concertados dignos de elogio, como el Padre Piquer de Madrid o el Colegio Ártica. Conozco docentes excelentes, buenos, mediocres y dignos de expulsión en ambas redes.

Mi corazón está partido, porqué no creo en esta guerra a la que nos están conduciendo. Esta no es mi guerra, y si la pelea surge por si la red concertada es complementaria o subsidiaria de la pública, o por si existe o no discriminación, elitismo, o lavado de cerebro. Lo siento, no puedo tomar partido, porque las generalizaciones siempre son erróneas.

Cuando veo todos esos mensajes de nosotros contra ellos, ya sea en la versión de la red pública o en la versión de la red concertada, únicamente siento pena. Porque repito, esta no es mi guerra.

 

Ahora que está tan de moda la neuroeducación, compruebo que el discurso se reduce o al principio de manada, es decir,  que todo se predispone a luchar contra lo diferente, o en el principio de territorio, y compruebo que la máxima preocupación es marcar y defender lo que una red hace, y lo que la otra red supuestamente no hace. Todo estos principios nos conducen hacia la discrepancia y hacia la guerra, a activar nuestros instintos más primitivos, a prepararnos para luchar.

Amo la docencia. No me gusta la guerra. Y tras estos años, en los que he compartido experiencia y conversaciones con excelentes docentes de todos los colores, redes y comunidades, no me deja de sorprender que compartimos los mismos problemas, y que todos queremos una mejor Educación.

Mi apuesta es, y será, la conciliación, el compartir, el sumar y no restar. Mi apuesta es por lo que nos une: educar para ser personas y que estas sean felices.